Las mesas están vestidas con cubre y mantel blanco, la servilleta del mismo color y un detalle floral muy a juego con el conjunto. Se ve mucha limpieza y una gran distribución de menaje para disfrute de todos los comensales.

Cerrado

Directamente nos ofrecen varios tipos de pan, nos sirven un poco de aceite Douro (está muy bueno) y varios tipos de sal. Nos traen el agua decantada en frasca, un bonito detalle al que la casa podía poner la guinda ofreciendo una carta de aguas, pues ese esmero en el servicio podría ser complementado un poco mejor. Pero como siempre decimos, este es nuestro punto de vista.

Restaurante jaque Sanatnder Cerrado

Pasamos a probar el primer vino, un blanco de Rueda Torcecuellos de bodegas Bibemus, 100% verdejo, donde encontramos una verdejo en toda su expresión nasal, maracuyá, un poco de manzana verde y algo de hinojo. Con cuerpo suave en boca, glicérico y buena retronasal. En medio de este buen momento, nos sirven el aperitivo: mousse de queso y boletus con mantequilla de Cabrales. Muy rico y apetitoso, una gran unión de sabores y texturas. Empezamos con muy buen pie.

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Comenzamos el menú con ensalada de bogavante con judías y crema de almendras. Va con un cóctel de lechugas, judías escaldadas al dente, en un punto perfecto, ese genial toque de almendras y unos buenos trozos de bogavante. Esta ensalada no se la pueden perder, está exquisita. Todo un acierto.

Seguimos con tronco de foie con crema de ciruelas y manzana con pan de pasas. Puede ser que muchos estén cansados del foie, pero hoy nos hemos quedado sin palabras. Estaba espectacular, hacía tiempo que no tomábamos uno tan bueno, con la textura perfecta y una conjunción de sabores muy bien lograda. Entonces fue cuando Bernardo nos sorprendió de verdad con un blanco maravilloso: Gran Veigadares, de Adegas Galegas, perteneciente al grupo Galiciano. Un Albariño genial, con ese amarillo paja dorado. Posee aromas de fruta madura, algo de piña, notas balsámicas, tostadas y ahumadas, dado su periodo de seis meses en la barrica. En boca es untuoso, equilibrado, muy potente y con gran cuerpo. Todo un vinazo de verdad.

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Y para terminar, como carne, tomamos una chuleta con pasta fresca de setas. Un buen chuletón para compartir en el centro de la mesa. En boca se deshace, es mantequilla pura y con muchísimo sabor. Además, cada uno teníamos en nuestro plato la pasta fresca, que combinaba muy bien, aunque llevaba un pequeño coulis de frambuesa que, con esta carne, para nosotros, no pegaba muy bien. Pero se quita y ya está. Este plato es un acierto para terminar picando en el centro de la mesa.

Para acompañar la carne nos sirvieron un tinto de la Ribera del Duero Verbum Terrae, de bodegas Bibemus, elaborado especialmente para que el roble rumano respete sus aromas, permaneciendo en él durante seis meses. Con un color rojo cereza y ribetes violáceos, en nariz es limpio, con aromas a frutas rojas, con cuerpo y sabroso. Un buen tinto.

Y si ya estábamos encantados, nos acabaron de dejar sin palabras con el postre, lo que Fernando llama su Tiramisú con flan de chocolate y helado de café. Lo dicho, espectacular, con una crema de mascarpone digna de mención. Es difícil encontrar un tiramisú mejor que éste. El helado, perfecto, un postre de gran altura. Para acompañarlo nos sir vieron un blanco dulce de vendimia tardía Melante, de bodegas Castillo de Maetierra, con un amarillo pálido e intenso de aroma. Fresco y con excelente relieve de la uva moscatel. Un gran vino para terminar dulcemente.

Tomamos dos cafés diferentes: un papua de Nueva Guinea y un café australiano Skyburi. Ambos muy buenos, con cuerpo, aroma y acidez exacta.

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