Pomaluengo La Venta de Castañeda

Hemos comido…en La Venta de Castañeda, una visita que se estaba retrasando demasiado, no podemos dejar de lado a un lugar como este tanto tiempo.

Enero 2015. Dos comensales. Si hay algo que define a la venta es «un espacio multidisciplinar», una descripción muy de moda últimamente y que a mi me espanta, pero que define perfectamente este atípico restaurante.

Existen ciertas palabras o expresiones que de tanto oirlas terminas aborreciéndolas. Una de estas es la de «espacio multidisciplinar». Los museos de arte contemporáneo y centros culturales se proyectan últimamente como espacios multidisciplinares.

Para ello han transformado sus estructuras con el fin de recoger en un mismo lugar diferentes actividades alrededor de la promoción y el conocimiento del arte y de otros lenguajes de la contemporaneidad, con espacios individualizados y equipados con todo lo necesario para la realización de talleres, teatro, conciertos, una biblioteca, una sala de conferencias y por supuesto una sala de exposiciones.

En resumen, un lugar donde llevar a cabo diferentes actividades. ¿Que es lo que pasa?, que ultimamaente hasta los chiringuitos de playa se han convertido en espacios multidisciplinares, se han apuntado a este conjunto de palabaras de moda.

Y ¿por qué digo que la Venta de Castañeda es un espacio multidisciplinar gastronómico? Muy simple, incorpora diferentes ambientes en su ubicación, unas dedicadas al cine, otras al menú del día, otras a la slow food (olla ferroviaria), otros lugares como el comedor de entrada a la carta e incluso una terraza donde descansar en unas tumbonas disfrutando de los fríos días invernales, cubierto con una manta que te proporcionan, y más ambientes.

Bueno, coñas mult¡disciplinares a parte, un lugar donde dispones de diferentes ambientes dependiendo de la situación. Me llamó mucho la atención, a la entrada, un carta donde anunciaban un almuerzo pasiego, donde todos los dias de 10:30 a 12:00 puedes disfrutar de dos huevos fritos con chorizo casero y patatas fritas, una copa de vino, café y chupito, por el módico precio de 4,90€.

También me fijé en la posibilidad de llevarte comida a casa, una carta formada en su mayoría por comida tipo fast food (pizzas, hamburguesas etc..) que encargas y te llevas y que según parece tiene mucha aceptación.

Justo a la entrada te encuentras con una olla feroviaria cocinando desde primeras horas de la mañana unas alubias con chorizo, a esa velocidad característica de la cocción en esta olla tan nuestra, horas y horas. Ya sé que voy a comer.

Enseguida nos situaron en el comedor de entrada, un lugar con mucha luz y una decoración típica de casona de montaña. Tomaron nota y sirvieron un pequeño aperitivo.

Comimos con EL NIÑO de Campillo elaborado con 90% Tempranillo y 10% Graciano. Se ha realizado una “semi-maceración carbónica” en la vinificación, consiguiendo así grandes aromas de fruta, posteriormente fundidos con los de la barrica nueva de roble americano, donde ha permanecido siete meses.

Presenta un color rojo cereza con aromas de abundante fruta roja madura con torrefactos y notas de vainilla. En boca es fresco y equilibrado con buena amplitud de matices y de elegante final. Me gustó mucho este vino elegido por el otro comensal.

El aperitivo consistia en una loncha de jamón errollada sobre un palillo y un caldo caliente, de agradecer en un día invernal como el que era.

De inicio unas alubias con chorizo. Con buen sabor a matanza, chorizo fresco, la alubia era mantequilla, con una larga cocción debido al utensilio u¡tilizado, la olla ferroviaria. Recomendables.

Continuamos con unas milhojas de berenjena. Una elaboración diferente, sobre una base de salsa de pimiento del piquillo, hormeadas, un relleno de pisto de bacalao y una mayonesa gratinada, muy buena conjunción de sabores.

Y para terminar un rabo con frutos secos y patatas baby, una salsa sabrosa fiel acompañamiento de un guiso de estas características, los trozos bien limpios, sin grasa. Muy buena elaboración de un clásico de nuestras cocinas.

El lugar sigue como lo recordaba, con algún cambio arquitectónico y decorativo, buena comida a buen precio y una interesante carta de vinos. El servico impecable y un lugar donde elegir qué espacio deseas disfrutar. Por cierto, no os puedo presentar la factura pues pagó el otro comensal.