Hemos Comido…en El Hostel, justo en la estación de la FEVE, a la entrada al parking, o sea que no vas a tener problema de aparcamiento.

Julio 2012. Me habían hablado en más de una ocasión de este lugar, pero mi recuerdo de cafetería de estación es bastante terrorífico. Cuando venía de permiso de la mili hacía trasbordo en Palencia y tenía que permanecer allí unas cuantas horas hasta que llegaba el tren con destino a Santander, esas horas las pasábamos en la cafetería, que era lo único abierto. Por allí desfilaba lo más «granado» de la ciudad, aquello era como el comic de Makinavaja, no había un solo individuo medio normal, por allí pasaba a tomarse algo el hombre que daba miedo al hombre del saco.

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Pero en este caso no tiene nada que ver, este restaurante desmitifica mi opinión acerca de este tipo de cafeterías, aunque mis mayores desilusiones gastronómicas se situen en centros de comunicaciones, como el aeropuerto de Bilbao donde para tomar un refresco necesitas Visa, o donde intentar desayunar te puede salir caro bien por su importe, bien por el contenido; el aeropuerto de Madrid donde comer roza lo insalubre; y la estación de Atocha donde puedes desmayarte ante la visión y el precio de un pincho con un cartel justo delante de Marca España. Alucinante.

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El restaurante dispone de una decoración ecléctica, una mezcla de diferentes elementos cada uno de un origen, traineras en el techo, sillas de barbería, bicicletas colgadas, etc..

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Una carta escrita a mano, aunque lo fuerte sea el menú del día. La carta da gusto leerla, no muy extensa pero bien explicada, todo muy clásico pero actual, invita a pedir algo. El menú de día se presenta en un marco de madera a la vista de toda la mesa, curioso.

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Otro gran atrayente del lugar son los expositores, con una buena oferta de pinchos, toda una llamada al personal de los alrededores faltos de oferta gastornómica y a los usuarios del tren; un lugar perfecto para un desayuno salado.

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Nada más tomarme nota me sirvieron el pan, un cesto con tres tipos diferentes .

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Comencé con media ración de ensaladilla rusa. Con ella lo primero que te llega es un agradable y refrescante olor a limón. Ensaladilla clásica: patata, pimiento, mayonesa, huevo, guisantes, zanahoria y alguna aceituna. Buena como la mayoría de las que nos podemos encontrar en nuestra casa. Por cierto, pedí media pues me lo aconsejaron, ya que una entera con lo otro que había pedido era demasiado, se agradece el consejo.

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De segundo un cachopo. No fue un amor a primera vista, más que nada por la homogeneidad del filete, pero cuando lo probé se disiparon mis dudas. No estaba aceitoso, bien escurrido, la carne era dos pedazos de filete con cecina en medio y un queso de agradable sabor, con unas buenas patatas fritas y un pimiento. No era tan grande como algunos que parecen sábanas, pero me costó terminarlo ya que llena, y la recomendación de pedir media ración fue perfecta.

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No hubo postre ya que tenía de sobra con lo anterior. Me gustó el sitio, es un lugar estratégico con un parking pegado que te permite acceder a una comida en poco tiempo, algo difícil en la zona en la que se encuentra, y con una buena oferta gastronómica.

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El servicio resultó muy bueno, el precio también y las elaboraciones muy caseras, con él se rompe la maldición de las cafeterías de estación.

Atilano Rodríguez, 5, 39002 Santander, Cantabria 627 24 20 25

Por El Mule

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