Hemos Comido…en el Raval, por fin como en Barcelona en un sitio clásico de comida catalana, una empresa casi imposible en el centro de la ciudad condal.
Este establecimiento está presente desde finales del siglo XIX. Fundado como Fonda Navarro, primero como pura bodega, luego como casa de comidas. En 1940 el local cambia de manos y pasa a denominarse Ca L’Estevet, no obstante, también era conocido como “La Mariona”, hija del propietario que atendía en un principio a la variopinta clientela con desparpajo y gracia memorables.
Ca L’Estevet consta en la historia de la ciudad como aglutinador de determinados núcleos de la sociedad barcelonesa,que tuvo su gran momento a partir de la formación y desarrollo de la inefable “gauche divine”.
La mesa del fondo del restaurant, auténtico “privado” que solía tomarse al asalto o bajo consigna, fue lanzado a la fama por Alberto Oliveras, Català Roca, Marc Aleu y otros, noctámbulos. De día el alma de la misma fue Xavier Corberó, puntal de la actividad social y artística, y la redacción de La Vanguardia copaba su aforo al mediodía.
En el momento que leí: «Todos los miércoles de invierno, escudella i carn d’olla», que es el cocido típico catalán, estuve completamente seguro que me iba a gustar el sitio. Es muy reconfortante que todavía podamos alimentarnos en las clásicas casas de comidas y que en estas todo sea auténtico. Desde las mesas o las banquetas, hasta los manteles a cuadros donde convive una sabrosa cocina burguesa alternada con elaboraciones de la clase obrera del principios del XX.
En esta carta puedes encontar: anchoas de L’Escalan, pan con tomate, croquetas, buñuelos de bacalao, berberechos al ajillo, calçots con romesco, patatas Can Tomás, canelones de la casa, bacalao a la llauna, espalda de cabrito, sesos de cordero a la romana, cap i pota con sanfaina, butifarra con judías, manos de cerdo y caracoles, etc..
Sobre la mesa un cava fresquito para una calurosa tarde, por copas, también difícil de encontrar en la oferta condal. Exqueisada, una maravilla de la cocina catañana, simple y secilla, pero sabrosa. Tomate, cebolla, aceituna negra y bacalao. Brutal, ya por sí sola es una cena, pero lo repartimos entre los dos comensales que éramos y resultó que la vista no engañaba, tal como parecia estaba deliciosa.
Salteado de espinacas, garbanzos y butifarra negra. Según me contó mi acompañante, este plato era muy habitual en su casa para cenar con los garbanzos que habían sobrado del cocido, freirlos y hacer un plato de lo más suculento. Para mí resulta una vuelta de tuerca a las clásicas espinacas a la catalana, que se convierten en un sabroso plato gracias a los garbanzos y ganan con unos pequeños trozos de butifarra, aunque no lo acompañen los clásicos piñones y pasas. Me encantó esta sugerencia de mi anfitrión.
Sesos a la romana. Esto se lo pidió el otro comensal y no los probé, pues desde hace algunos años me producen cierto reparo. Según su criterio estaban de cine, a él le gustan mucho pero resulta algo difícil de encontrar con frecuencia.
Cap i pota con sanfaina. Imposible resistirse al cap i pota que aparecía en la carta. Para quien no lo sepa, es básicamente la versión catalana de los callos, aunque al estar acompañados por sanfaina (pimiento rojo, berenjena, calabacín, cebolla) hace que este plato sea algo más liviano. Es un guiso de los que no se puede dejar pasar y menos en la época en la que vivimos, donde encontrar estos guisos resulta ardua tarea. Estaba para rechupetearse los dedos y la ración era generosa. Por cierto, cap i pota significa morro con callos.
Para terminar unos carquinyolis con el café, una especie de biscotes duros con almendras, típicos de Cataluña.
Nos atendió una belleza, con auténtico look de artista, a caballo entre camarera italiana y tanguista bonairense, que flotaba con su ajustado vestido negro hasta los pies entre mesa y mesa. Igual teneis suerte y os toca que os atienda ella, pero para ello teneis que desplazaros al Raval.
Bueno pues parece ser que todavía quedan sitios tradicionales en el centro de Barcelona, donde te sale la cena mucho mejor que en el local donde repiten una y otra vez la carta del local de al lado y del otro, donde no sabes si has cambaiado de lugar o todos los días estás comiendo en el mismo. El RCP mejor imposible y la atención también (aunque no te atienda ella).
Por El Mule
Carrer de Valldonzella 46 08001 Barcelona 933 01 29 39 www.restaurantestevet.com