Nuestro colaborador Antonio del Campo se desplazó hace escasas fechas hacia la capital alavesa con ánimo de comprobar la bondad de las tapas vitorianas. He aquí el resumen de su viaje gastronómico.

Vitoria fue sucesivamente gótica y renacentista, barroca, neoclásica y romántica. La planificación ha sido una constante en su devenir histórico, desde su primer ensanche medieval a comienzos del siglo XIII hasta sus modernos barrios y parques periféricos. Su casco viejo mantiene íntegro el trazado gótico y sus calles elípticas y estrechas, con empinados cantones y antiguos y recobrados palacios. Los nombres de sus calles conservan los de las actividades gremiales de aquella época: Cuchillería, Zapatería, Herrería, Pintorería… El propio autor francés Victor Hugo definiría a Vitoria en una de sus obras como una «villa gótica completa y homogénea», e incluso, la llegó a comparar con Núremberg.

28 de abril de 2012. Previamente habíamos recopilado una lista de más de 30 bares de tapas del centro de Vitoria. Después de una dura pugna fuimos reduciendo la lista dejando distintos tipos de tendencias y estilos. Seguro que nos dejamos algunos que visitaremos en el futuro; pero era imposible abarcarlos todos.

Por otro lado, intentamos en cada bar pedir algunos de los más personales o sus mejores especialidades, limitando el número en cada sitio, para que el estómago pudiera abarcar las exquisiteces de todos los que íbamos a visitar.
El recorrido lo empezamos cerca de la catedral vieja, por lo que el bar que tuvo el honor de empezar la gira fue el Hor Dago! (Jardín de Falerina), en Fray Zacarías Martínez 2.

El local es moderno, con toques clásicos. Dispone de mesas largas para estar de pié. A un lado tiene una barra para pedir la bebida y pagar las tapas. Al otro lado está la cocina donde cada comensal recoge lo que ha pedido. Preguntamos a la amable camarera que nos recomendó dos cosas: aceitunas con vermú y black rabas.

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Como veis en la foto las aceitunas estaban rellenas con una salsita con vermut que le daba un toque peculiar. Las black rabas son calamares con tinta rebozados, muy suaves, que cuando los comes “explotan” en la boca soltando la tinta. Muy buenos. En resumen: el sitio agradable, los camareros muy agradables y los dos pinchos originales y muy buenos.

El segundo bar que entramos fue un clásico en Vitoria: Okendo, en Cuchillería 4. Todo lo contrario que el primero, el local es agradable; pero más tradicional. Tiene a la vista un amplio repertorio de pinchos, de los que decidimos probar un tomate rebozado con queso y jamón y otro de revuelto de gulas. Muy buenos y de corte más clásico, lo mismo que los parroquianos que llenaban el local.

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Estábamos ya en plena hora de tapeo y seguimos la ruta por el Bar Toloño, en la cuesta de San Francisco 3. El local estaba a rebosar y, a pesar de ser bastante amplio, nos costó encontrar un hueco en la barra, por supuesto llena de pequeños manjares.
Ahora nos decidimos por dos pinchos muy diferentes: Irlandés de perrechicos y Risotto de hongos. 

El primero no acabó de convencerme a pesar de venir avalado con haber recibido un galardón como mejor pincho. Es una crema de huevo y hongos con aroma de trufa. El risotto estaba bastante sabroso. Nos quedamos con ganas de probar algún pincho más; pero resistimos la tentación, que todavía nos quedaba unos cuantos locales por visitar.

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A un paso de allí tenemos La Malquerida, en Correría 10. Era la siguiente parada en nuestra gira. El local es moderno, no demasiado grande; pero acogedor. Como estamos en plenas fiestas de San Prudencio, esta vez nos decidimos por unos caracoles en salsa y una tosta de pulpo.

Los primeros estaban limpísimos y la salsa sencillamente perfecta: sabrosa, sin llegar a ser fuerte. La tosta también estaba muy buena sobre una ligera salsa parecida al alioli.

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Era el momento de un clásico entre los clásicos. A un paso de allí, cruzando la plaza de la Virgen Blanca, dirigimos nuestros pasos a Deportivo Alavés, en la plaza de España 1.

El local estaba abarrotado, como siempre. Era el momento de probar la famosa tortilla manchada, un pincho de tortilla con chorizo, del que chorrea la grasa que “mancha” la tortilla. Ésta estaba deliciosa, en su punto. O al menos, como a mí me gusta, tierna; pero no deshecha.

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Se estaba haciendo tarde; pero decidimos terminar la gira de la mañana con un clásico de Vitoria: Sagartoki, en Prado 18. A posteriori, vimos que fue un error, pues la cocina la tenían cerrada y sólo podías probar los pinchos que le quedaban a la vista, todos fríos.

Ya que estábamos allí nos tomamos unos bocatines de jamón y de atún. Estaban buenos; pero nos dejó con las ganas de volver en otro momento más propicio. Las paredes están repletas de fotos y de galardones de lo múltiples certámenes que han ido ganando con los años.

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A la tarde, decidimos continuar la ruta con los dos bares que nos faltaban de la lista. El primero es otro clásico de Vitoria: el Bar Txiki, en Sancho el Sabio 14. La especialidad del local es la tortilla, que la hacen de miles de maneras, todas exquisitas. Nos decidimos por un pincho de tortilla con chistorra, de chuparse los dedos.

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Como último paso en nuestra gira entramos en Iñaki Rodaballo, en Ricardo Buesa 4. Es uno de los mayores representantes de la rama más vanguardista de la gastronomía local. Sin ninguna duda.

Es local es moderno, decorado con juguetes y figuras de todos tipo. La barra estaba repleta de pinchos de todos los colores. A un lado de la barra, el cocinero va preparando al momento cada una de los pinchos que le piden.

Nos decidimos por dos pinchos: Chips & ron y Foie, Manzana y crunch. El primero obtuvo un premio en un campeonato y se trata de un calamar con su tinta y unas patatitas y unas gotas de ron. La verdad es que el resultado es espectacular. El pincho de foie también estaba bueno y la presentación bastante curiosa.

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Como era nuestra última visita, nos resistimos a terminar sin probar otros dos pinchos. En este caso nos decidimos por dos de carne: un kebab a su manera y un pincho de kobe. Buenísimos.

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Vimos que tenían un apartado de la barra con pinchos dulces y terminamos la ruta definitivamente con un goxutxiki, una especie de crema de queso realmente espectacular.

Ha sido un día, gastronómicamente, perfecto. Esperemos que podamos repetirlo en alguna otra ocasión.

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Por Antonio Del Campo

 

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