Sobre el paisaje vinícola en Santander-Cueto, Fernando Colón nos dice en 1517 que «desde Santander a Cueto todo son viñas».

Matoblanco es un pequeño camino rural situado en Cueto que recorre una zona de antiguas viñas llegando hasta el mar. A su vez es un proyecto que trabaja por la recuperación de la variedad de uva que se cultivaba en la Villa de Santander hasta el siglo XIX, con la que se producia el Chacolí, o vino patrimonial local, cuyos cultivos fueron destruidos y abandonados con la llegada de la filoxera en el s.XIX. Matoblanco es una forma de amar la tierra, un modo de creer en ella, un sueño por el que caminar.

Este proyecto vinícola incorpora gran cantidad de emotividad, de ganas de recrear el pasado, por lo que se sustenta en parte de la historia de nuestro entorno, historia de un vino, el chacolí, que nace en Cantabria en el siglo XIII, y que se basa en el cultivo de la vid a nivel del mar, centrada en un tipo de uva de la que todavía quedan vestigios, la uva seña.

Matoblanco Chacoli de Cueto

A mediados del siglo XVIII los documentos de la época certificaban que la cosecha de chacolí en Santander se acercó a las 6.000 cántaras. Pero la necesidad de alimentar a una población que iba en aumento provocó que, en pocos años, la mayoría de los viñedos que rodeaban la villa desaparecieran. En Cueto, Monte, el Río de la Pila, San Simón, Miranda, San Román y Peñacastillo el cultivo de la uva para chacolí fue dejando paso al de verduras convirtiendose estas zonas en la despensa de Santander. A principios del siglo XIX la producción de chacolí era ya muy escasa y la posterior llegada del oidium, mildium y finalmente la filoxera hizo que su cultivo desapareciese por completo.

Matoblanco Chacoli de Cueto

El proyecto se encontró con un gran problema. «Nuestra idea cuando empezamos era cultivar la variedad que nacía en Cueto toda la vida denominada seña y que sigue naciendo salvaje en algunas zonas. Pero la Consejería de Medio Rural, Pesca y Alimentación del Gobierno regional nos dijo que no podíamos porque no puede conceder derechos de plantación de variedades que no están reconocidas. Es una incongruencia porque se pueden plantar especialidades foráneas pero no las que se han dado siempre aquí».

Algo que me deja boquiabierto, tienes un terreno y no puedes plantar lo que quieras, y más si el origen es local, hay situaciones que pasan de cómicas a surrealistas. Perdimos la posibilidad de llamar a un vino nuestro por su nombre y en breve perderemos una de nuestras uvas en beneficio de terceros.

Por cierto, Seña es una localidad del municipio de Limpias. ¿Tendrá algo que ver el nombre de la uva con su procedencia? La verdad es que no hay prácticamente documentación sobre esta uva, por lo que debe ser una de las antiguas uvas que salió del camino comercial hace años, más de cien años, pero es algo muy nuestro de lo que únicamente quedan vestigios.

Matoblanco Chacoli de Cueto

Desde muy lejanos días cultiváronse las vides en nuestra Montaña, y con referencia a la jurisdicción de Santander encontramos en el Fuero otorgado por don Alfonso VIII, el 10 de julio de 1187, la disposición XXV, preceptiva de que si los hombres de la villa “roturasen tierras y las laborean en termino de tres leguas y plantaren viñas e hicieran huertas y prados y molinos y palomares, háyanlo todo por su heredad y hagan de ello lo que quisieren, y sirvanse con ello donde estuvieres y pagen censo por sus casa”

El chacolí santanderino en los siglos XIII al XIX.

Matoblanco Chacoli de Cueto

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Matoblanco Chacoli de Cueto

La característica del suelo cuetano es que pese a ser rico en nutrientes es poco profundo (paisaje marino que se ha elevado) y la roca madre está cerca de la superficie por lo que la raíz de las parras la alcanza rápido absorbiendo minerales además de aprovecharse del calor del suelo.

Matoblanco Chacoli de CuetoComo estructura las antiguas viñas estaban protegidas por los altos morios (hoy reducidos y sobrepasados por las zarzas), construidos con la piedra de las mismas peñas, que al quitarlas hacían que se allanase el terreno y cultivar más. Esas paredes de piedra servían para proteger las viñas de la entrada de animales, de los vientos fuertes y para aprovechar que las vides corrieran por ellas.

Matoblanco Chacoli de CuetoEn un principio apostaron por Hondarrabi Zuri y después por Albariño, Chardonnay, un poquito de Godello plantado este año y el que pretenden recuperar, que «algo hemos vinificado en estos años», es el Chacolí tinto autóctono, hecho con Seña, variedad que aún crece y sobrevive a los animales y las quemas. Total unas 4000 plantas en poco menos de una hectárea repartida en las viñas. Curiosamente, aunque el chacolí es un vino normalmente blanco, la variedad autóctona de Cueto es tinta. 

matoblanco hojas proyecto

Hojas de vid en Matoblanco, según su variedad, albariño, chardonnay,  hondarribizuri  y seña.

Matoblanco Chacoli de CuetoEl vínculo con la tradición se mantenía así en pie. En Cueto, a los prados pequeños se les ha llamado toda la vida viñas.

Matoblanco Chacoli de Cueto

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Las viñas de las islas Azores, son Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y salvando las distancias, tienen cierto parecido a como se construían en Cueto (pequeños cuarterones cercados por muros). Quizás sea una manera de preservar las escasas viñas de seña que han sobrevido, antes de que se lo lleve por delante a ellas y a la fauna que puebla esta zona, la próxima construcción de un campo de golf, por lo visto algo mucho más importante que preservar la naturaleza y la tradición.

Matoblanco Chacoli de Cueto

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Matoblanco Chacoli de Cueto

Al final la producción dio para unas 300 botellas, alguna de ellas con fermentación en barrica de roble francés.

Matoblanco Chacoli de Cueto

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Matoblanco Chacoli de Cueto

Matoblanco Chacoli de Cueto

En esta visita Alfonso Fraile dijo algo que da mucho que pensar, recordó un concepto básico al hablar de los premios Optimun, premio al mejor vino del año de Cantabria:  «Hay miedo a la palabra tipicidad. El vino te tiene que decir de dónde es, contarte que está vinculado a un suelo, a un clima y hasta a una gente«.

Matoblanco Chacoli de Cueto

Paisaje del Viñedo en Cueto

Instituto de Estudios Agropecuarios 

Más de veinte variedades españolas de uva reviven gracias a la ciencia

Los investigadores buscan especies no catalogadas y con potencial comercial

Varios grupos de investigación de toda España están revolucionando el sector vinícola, recuperando variedades olvidadas y casi desaparecidas, que sin embargo tienen un gran atractivo comercial. Ya han catalogado más de veinte de estas variedades, y han sacado al mercado ocho, que han conseguido el éxito de ventas y el de crítica.

Es de uva de nuestro país, como la riojana Maturana Tinta, la madrileña Malvar o la andaluza Tintilla de Rota, agonizaban acorraladas por las restricciones de las denominaciones de origen y la propagación de variedades foráneas muy populares, como la Cabernet-Sauvignon y la Chardonnay, explica a SINC Félix Cabello. Pero esto lo está solucionando la ciencia.

Hoy, en medio de una cruenta crisis, venden toda su producción. Lo vintage –término de origen francés que hacía referencia al vino de las mejores cosechas– también enloquece a los amantes de la enología que buscan lo diferente, lo desconocido. Uvas rescatadas de la desaparición por la mano de la ciencia. 

La moda de la uva vintage ha agrandado la colección ampelográfica que se guarda en la finca experimental de El Encín, gestionada por el IMIDRA y situada en Alcalá de Henares. La ‘biblioteca’ nacional de uvas posee actualmente 3.076 accesiones. La colección ha crecido desde 2003 en más de 300 vides silvestres y otras 50 entre minoritarias y uvas de mesa.

Cada año se localizan decenas de uvas aparentemente desconocidas. El procedimiento para hallar las realmente nuevas se inicia, como detalla Cabello, con el examen molecular de la cepa. El ADN de la planta se coteja con los datos de las variedades ya tipificadas y en muchas ocasiones se averigua que se trata de una mutación o de una sinonimia –una vid ya existente en otra zona del mundo pero conocida por otro nombre–.

Los pioneros fueron riojanos. En 1988 el equipo de Fernando Martínez de Toda, catedrático de Viticultura en la Universidad de La Rioja, se dispuso a recorrer viñedos antiguos y recónditos en busca de cepas de las que solo tenían conocimiento por la bibliografía histórica. Martínez de Toda recuerda que «la plaga de filoxera en el siglo XIX destruyó muchas variedades. Leíamos escritos que describían la garnacha morisca, por ejemplo, de la que no teníamos muestras. Iniciamos el proyecto VITUR para evitar la pérdida de variedades genéticas y ampliar la colección ampelográfica –de vides–, pero además el Consejo Regulador de la Denominación de Origen de La Rioja nos solicitó que identificásemos las uvas con mayor potencial de explotación».

Como resultado, hallaron en los viñedos riojanos más de 40 tipos de vid prácticamente desconocidos y de ellas ocho guardaban interés para la D.O.Ca. Rioja. Este Consejo Regulador incorporó a su portafolio en 2007 las variedades Maturana Tinta, Maturano, Monastel, Maturana Blanca, Tempranillo Blanco y Turruntés para recuperar el patrimonio vinícola riojano y aportar diversidad a su producción.

Es la primera vez en el mundo que una denominación de origen autoriza el cultivo de variedades minoritarias recuperadas, preservadas y estudiadas a través de la investigación.

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