Hemos Comido…en Yeyo, tras asistir a la inaguración, nos quedamos con ganas de probar esa cocina tan excepcional regida por Pacho y de hacer una visita a nuestro amigo de la infancia Yeyo.

 

 

Marzo 2013. Lo prometido es deuda y habíamos prometido una visita, a nuestros dos amigos Pacho y Yeyo. Aarón, vecino de Astillero y compañero de trabajo, se ofreció a acompañarme puesta también tenía ganas de ir, así que allí nos presentamos. Estuvimos tomando una cerveza en la barra con Pacho, Yeyo y Carlos Arteche. Ya antes de subir al comedor habíamos decidido qué comer, perfectamente orientados por nuestros anfitriones.

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Una vez en el comedor nos tocó decidir por el vino. Me llamó poderosamente la atención la carta de vinos, no muy extensa pero con unos precios de lo más contenidos y atrayentes. Vamos, quien no se toma un buen vino en este restaurante es por que no se lo permite su salud o por que no quiere, no hay otra excusa.

Tomamos un Hito 2009, un Ribera del Duero de Bodegas Cepa 21. El nuevo proyecto ribereño de la familia Moro en la que han querido reunir a algunos de sus mejores amigos, como el actor Imanol Arias.

Un vino color rojo cereza, con ribetes violeta, aromas a frambuesas y fresas, arándanos, moras y zarzamoras sobre un fondo de ligeros tostados en boca es intenso y complejo con un largo retrogusto.

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Comenzamos la comida con un aperitivo de bienvenida consistente en un pulpo a la brasa. El pulpo asado a la brasa en ese punto ni demasiado blando ni demasiado duro tan dificil de conseguir, acompañado de una patata asada con piel y una emulsión de aceite y pimentón. Muy bueno, otra manera de ver un pulpo a feira.

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Tras el aperitivo bienvenida comenzó lo que al final resultó ser una velada gastronómica como muy pocas conozco, repleta de sorpresas. La primera fue unos langostinos envueltos en pasta brick y alga wakame, acompañados de una vinagreta atipica, muy sabrosa, compuesta de aceite de oliva, lima, soja, wasabi y erizos que acompañaba perféctamente a los langostinos. Por otra parte perfectos de punto, crujientes por fuera y poco hechos en su interior. Toda una experiencia de sabores, una ración muy recomendable. 

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Continuamos con un  plato de temporada del cual ya me habían hablado «mis espias»: sarda con escabeche de berenjena. Algo riquísimo, una suave vinagreta que acompaña a un frito a la japonesa, limpio y frito a toda velocidad. Me comentaba Pacho como quita las espinas una a a una con una pinza similar a la de las cejas. El resultado tras aplicar la vinagreta a una carne tan jugosa como la de la sarda con una fritura exterior escurridísima es un bocatto di cardinale. Muy recomendable, un sabor complétamente distinto a la sarda habitual y una generosa ración.

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Continuamos con unos ravioli rellenos de rape y centollo, en los que imperaba el sabor del centollo. Un suave sabor a queso procedente de la salsa y unos pequeños trozos de rape, muy buenos, la pasta fresca, se notaba más suave y vaporosa de lo habitual.

Y terminamos con unos callos al aroma del laurel. Algo que Pacho borda y hace como nadie, en esta receta están los callos tradicionales, no al laurel, muy similares. Si tienes ocasión y pasas por Casa Yeyo no te olvides de probarlos.

Como podeis comprobar toda la comida se ha centrado en un tipo de cocina tradicional y bastante elaborada, con cierto toque de autor. Quisimos en todo momento comprobar por qué hay una diferentcia tan grande con la oferta habitual de los alrededores, aunque lo habitual también lo tienes, está claro que a día de hoy no se puede desdeñar a ningún tipo de cliente.

La habitual oferta de rabas, chuletón, morcilla, etc también está presente en este lugar, con una calidad excepcional como siempre ha caracterizado los lugares que ha regentado Yeyo. Pero tambén hay otro tipo de cocina más elaborada donde elegir. Ah, por cierto, tiene unas hamburguesas que hacen ellos increibles. 

De postre una torrija de sobao con tostadillo. Buenísima, hay que probarla, describirla se me hace un tanto dificil. Y cuando la terminas, lingotazo de tostadillo, no se puede pedir más.

Nos invitaron a un Gin Tonic Premium que tambén preparan a las mil maravillas. Como habreis podido comprobar compartimos todas las raciones, los ravioli nos los emplataron por separado todo lo demás nos lo sirvieron al centro, y el camarero se encargó de distribuirlo.

En resumen, el lugar es como me lo esperaba:  buena cocina, buena materia prima, buen precio en total 61€ y una atención muy estupenda, he de hacer referencia al camarero que nos atendió, creo que se llama José, que es todo un profesional. Volvemos seguro y en breve.

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