La carte de vinos no es muy extensa, pero tiene cosillas, como el blanco riojano que nos tomamos, Vivancos Blanco, algo no muy habitual por estos lares, tempranillo, malvasia y viura, un rioja decente.
Comenzamos con tomate de Murcia acompañado de escabeche de bonito canario. Riquísimo, el escabeche de bonito es un vicio, lo volveré a pedir cuando vuelva y la ración es muy generosa.
Alcachofa riojana confitada con velo de papada. Bien confitada sin excederse, de gran sabor, en el punto que a mí me gusta.
Baos de costilla asados al teriyaki y cilantro. Muy buena y bien cargada, sabrosa, la cebolla encurtida que acompaña le va que ni pintada, yo prescindiría de una parte importante del toque dulce, a mi entender excesivo. Ración para compartir, si tomas más de uno has comido prácticamente.
Terminamos con unas estratosféricas albóndigas de vaca pinta de la abuela. Jugosas, sabrosas y deliciosas, acompañadas de unas patatas fritas que merecen los mismos elogios que las albóndigas, un conjunto indispensable si visitas el lugar.
Tres raciones, más que de sobra para cerrar una comida hecha para compartir, deseando volver antes de salir.
De postre sopa fría de mango con cremoso de chocolate blanco.