Cada día me gustan más los blancos y cada día me apetece más tomar de aperitivo blanco de solera, cava y champagne, que a fin de cuentas todos son blancos.

Pero el problema surge cuando quieres tomar un cava o un champagne. Si resulta dificil de encontrar donde te sirvan una copa de cava y tener un mínimo de tres cavas donde elegir, lo de los champagnes se convierte en tarea ardua, lugares contados con los dedos de la mano. Uno de estos sitios es Everest 2.

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Everest 2 es una vinoteca-restaurante situada en el paseo del Puntal de Laredo. Algo dificil de encontrar y nota discordante entre los locales de la zona. Centrado en la calidad y especilización en vinos; con amplia carta de vinos y algunos cocktails.

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Estaba de celebración, de ahí el antojo. Fui acompañado de mi mujer, que no conocía el sitio y es también una gran aficionada a los espumosos catalanes y más todavía a los espumosos franceses. Dentro de la oferta existente elegimos un Veuve Clicquot Brut, un buen champagne dentro del los conocidos como comerciales.

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Amarillo pálido brillante con ribete acerado. La burbuja es fina, abundante y persistente,  aromas con notas de manzana y bollería, notas frutales. En boca es elegante y muy agradable, aterciopelado en el paladar, llena la boca, con una buena acidez y frescura equilibradas. Un excelente acompañante y un afamado champagne.

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En este sitio siempre que tomas algo te ponen una tapa. En esta ocasión era un langostino con una ensaladilla cubriéndolo, una tapa de lujo junto a un acompañante de lujo como es el champagne. Completamos el aperitivo con unas banderillas, unas gildas y un pepinillo con bonito.

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A quien le cuento que estuve tomando champange con encurtidos «arruga el morro», pues según los entendidos los encurtidos solo son buenos acompañantes de las cervezas, pero a mí me supieron a gloria, quizás por la pequeña carga de vinagre de estos. 

Después tomamos una banderilla de bacalao crudo con refrito de ajos, un auténtico vicio del cual es imposible tomar solo una. Conforme avanzaba el tiempo aparecían en el mostrador diferentes pinchos recién hechos provenientes de la cocina, a cual mejor. Una pena pues habíamos reservado en Solana para culminar la celebración y no era plan llegar comidos.

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En resumen, Everest merece la pena tanto para un roto como para un descosido. Si quieres picar vas a salir encantado. Si quieres tomar un vino especial algo vas a encontrar dentro de su vinoteca. Y ya, si te quedas a comer seguro que cumple con las espectativas.

Por El Mule 

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